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Sobre cómo peregrinar puede transformarte —y sobre los ritos de paso de Turner

Credencial de peregrino de Angel Abril Ruiz (2003-2005)

Me gusta peregrinar, lo reconozco. Desde la primera vez que hice el Camino de Santiago tuve la corazonada de que tarde o temprano terminaría como hospitalero, ¡qué grande poder conocer e intercambiar conversación con otros humanos despojados de toda capa social!
Y es que esta característica, el despojo del caparazón social y cultural que todos portamos en nuestro trasiego habitual, es una de las virtudes que más me gustan del Camino y de la alta montaña: ahí no importa de dónde vienes o a qué te dedicas, no importa si eres abogado, albañil, maestro o mecánico, solamente eres peregrino o montañero, como el que llevas delante y los que vienen detrás. No importa lo grande o pequeño que tienes el coche, el barrio donde vives o la organización para la que trabajas, ahí eres un humano, frágil, único y sencillo. Tú en la esencia pura.

Leyendo un poco sobre antropología alrededor de las costumbres religiosas y espirituales he topado con Víctor Turner. Este investigador, a raíz de su observación de un montón de culturas diferentes, advirtió que los ritos de paso habitualmente podían dividirse en tres etapas —los ritos de paso son aquellos rituales que hacemos cuando pasamos de un nivel o etapa de la vida/institución a otro u otra—. Las etapas o fases son:

  1. Separación,
  2. liminal y
  3. reagregación.

Se supone que en la primera etapa (separación) la persona se despoja de su vida o estado anterior (vestir de forma diferente, abandonar esquemas anteriores…). La segunda etapa (liminal), que puede tener una larga duración, es cuando la persona emprende un proceso de aprendizaje, cambio o reflexión. Y en la tercera, la reagregación, la persona vuelve al mundo pero insertándose en el nuevo lugar que le pertenece tras pasar el proceso.

Lo que me ha parecido más curioso de esta división es su paralelismo con la peregrinación. El mismo Turner propuso que las peregrinaciones también pueden verse así, como un proceso en el que de alguna forma te separas de tu vida hasta ese momento, luego inicias un camino de reflexión y finalmente terminas volviendo a donde lo dejaste pero siendo una persona diferente.

Si lo piensas bien, tampoco necesitas irte a Roncesvalles o hacerte la Transpirenaica para peregrinar. Tampoco varios días…

Creo que peregrinar está al alcance de todos y podemos hacerlo regularmente. Quizá una o dos veces al mes. Podemos aprovechar un sábado o domingo por la mañana, ponernos unas zapatillas cómodas y salir a caminar durante 3 o 4 horas. Solos, sin compañía, sin conexión del móvil a internet, con la predisposición a vivir esa fase liminal que nos transforme un pelín y nos devuelva a conectar (reagregación) a la rutina un poquito mejor que cuando salimos.

Aprender a escucharnos por dentro es bueno y peregrinar nos ayuda a esto 🤗.

Abrazos y abrazas.
A.

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