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La persona como marca. Mi marca: aabrilru
21 octubre 2009
Hace tiempo que oí hablar del tema por primera vez; fue en el primer o segundo iniciador al que asistí, en Madrid, allá por finales del 2007. Aún se hablaba de los blog (ni twitter ni facebook habían llegado), y de cómo un blog se convertía en la herramienta para “crear la marca de una persona”.
Cuando decidí crear mi blog personal (antes administraba y escribía en otros corporativos, pero no personal), decidí que era el momento de “cuajar” aquella idea. Lo primero que hice, como toda marca que se precie, fue diseñar mi logo:
en varias versiones, claro:
pero evidentemente, una marca no es un logo. Básicamente, una marca son una serie de valores que se intentan transmitir a una segunda parte.
Estamos hartos de hablar de marcas empresariales, pero, ¿y de la marca de una persona?, ¿qué transmite esa persona?, ¿te genera confianza?, ¿agradable a la vista?, ¿deportiva?, ¿competitiva?, ¿comprarías sus servicios?, ¿le dejarías como canguro de tu hijo?…
Aquí podemos ver en castellano, lo que la wikipedia nos dice al respecto: http://es.wikipedia.org/wiki/Marca_personal
y aquí en Inglés, el personal branding: http://en.wikipedia.org/wiki/Personal_branding
Sobre todo si nos movemos en el mundo de los negocios, debemos tener claro, cuáles son los valores que transmitimos con nuestra imagen y nuestro comportamiento, cuál es nuestra marca, dónde estamos posicionados, y sobre todo, dónde los demás nos ven posicionados.
Buceando por ahí, he encontrado este artículo de Luis Huete, Profesor de IESE Business School, de mayo de 2008, del que copio un fragmento:
Profesionales con marca propia
Cualquier persona debería crear su marca personal para vender y diferenciarse del resto. Pero, para triunfar en ese proceso es necesario mejorar el producto que somos cada uno de nosotros. La diferencia entre el código genético de una persona y el de cualquier otra es menor del 0,0003%; algo que choca con la experiencia que todos tenemos sobre los cauces tan dispares por los que transcurre la vida de las personas que tenemos a nuestro alrededor. La genética influye más bien poco a la hora de convertirse en un personaje mejor o peor.
Los estudios que maneja el divulgador de la inteligencia emocional Daniel Goleman concluyen que el coeficiente intelectual es un factor que influye en menos de un 10% de la varianza entre los elementos que determinan el éxito de las personas.
Tampoco parece que la inteligencia sea el factor determinante de lo bien o mal que transcurren los días o los logros que hacemos en nuestra vida.
Lo que de verdad marca la diferencia son las ganas de aprender, el cultivo de las buenas ideas, el afán de ir a más, la construcción de una personalidad centrada, la profesionalidad como principio irrenunciable, el cultivo de las redes de amistades, el deseo de servir y, sobre todo, la habilidad de venderse bien.Está demostrado que estos factores influyen de manera decisiva cuando se combinan de manera inteligente con los condicionantes genéticos y educativos.De poco serviría lo conseguido si no se ambicionara una mejora. Estas cualidades permiten hacer de nuestra profesión una inmensa fuente de satisfacción personal.
Hay que saber venderse.Vender es digno si se hace con profesionalidad. El prestigio profesional y la calidad humana son productos que se venden bien, y mucho. Vender nos obliga a mejorar el producto que somos cada uno de nosotros. Una persona es un gran producto cuando sabe integrar lo relacional y la tarea de manera natural. Cuando sabe pasar de la visión global al detalle, y viceversa, con igual destreza.
Las marcas ayudan a la venta. Cualquiera de nosotros debe hacer su marca personal para vender, para expresar su identidad y diferenciación en el mercado. Si eres respetado y sabes conectar emocionalmente con los demás, se crea por arte de magia la marca personal; una marca emocionalmente atractiva. Y es que ayer había nobles y plebeyos, después patronos y obreros, y mañana lo que habrá serán personas con marca y personas sin marca [. .]
El trabajar tu marca, no está motivado tan solo por “vivir en el mundo de los negocios”; el párroco del pueblo, el hombre de la basura, el maestro, el médico, el mecánico, el colega… todo el mundo “tiene una marca” que le posiciona en “el mercado” de las relaciones sociales.
He encontrado una referencia a este libro, que puede ser interesante (me gustaría poderlo comprar en pdf, y no contribuir a la tala de árboles…): Tu marca personal. Cómo conseguir gestionar tu vida con talento y convertirla en una experiencia extraordinaria.
Al igual que en las empresas, uno puede pretender “vender unos valores” de palabra, y luego, al cabo del tiempo, demostrar con los hechos que esos valores vendidos son humo, ya que las pautas de comportamiento son totalmente distintas.
Esto es muy típico en las empresas, es algo que me cabrea bastante: “el cliente está en el centro de la organización”, “el cliente es lo más importante”, “nos vamos a orientar hacia el cliente”, algo que queda muy bonito en el powerpoint de turno, de cara al auditorio, pero tras el cocktail del final, todo el mundo olvida, nadie escucha al cliente; lo peor es que quien lo dijo, luego no pone los medios materiales (ni ideológicos) necesarios para que así sea, i.e., intentan vender “unos valores de marca” cuando en el día a día, practican otros.
En fin, ¿te has parado a pensar qué valores vendes con tu marca? 🙂
un abrazo,
aabrilru