Punto y seguido. Vendí las acciones de mi empresa de Madrid. ¡A reinventarse de nuevo!
28 febrero 2014
Mi amiga @anaborg -que es muy sabia- me dijo hace 3 o 4 años algo así como que “la manzana cae del árbol cuando está en su punto”; es una frase que guardo con mucho cariño desde entonces.
Aunque la virtud de la naturaleza es provocarnos preguntas constantes, a veces también nos regala respuestas. Cuando el invierno muere, la sabia primaveral despierta con latente y vigorosa energía. Es así, año tras año, y así debe ser para que la evolución siga abriéndose paso. Una renovación constante.
La semana pasada cayó una manzana importante en mi vida. Tras varios meses de negociación, vendí las acciones de “mi empresa” de Madrid. Es la empresa donde he estado trabajando principalmente durante los últimos 6 años, aunque con esta salida no he puesto fin a mi vena emprendora/empresarial, ya que aún sigo participando en otras dos sociedades: Esdide -ayudé en su nacimiento y luego pasé a ocupar una labor de inversor no ejecutivo- e Interlemon, que es la empresa familiar, donde echo una mano como administrador de la sociedad.
Han sido unos meses bastante duros y desequilibrados -peor lo segundo que lo primero-. He aprendido mucho de abogados, de cómo funcionan los burofax, de la buena constumbre que sería realizar el documento no habitual de “pacto de socios” al inicio de una sociedad, de todos los pormenores legales en las luchas de poder societarias y de la importancia de los valores y los principios, aunque esto último, ya lo tenía aprendido de antes.
Ahora toca reinventarse de nuevo.
En el siglo pasado esto de la reinvención era una causa de temor: las personas por naturaleza social -y biológica- tenemos miedo al cambio. Pero en la sociedad poscapitalista, esto ya no tiene sentido. La reinvención constante -o aprendizaje constante, o tener una actitud que nos aleje del estancamiento- mejora la sociedad por partida doble.
Por el lado social, los individuos en constante reinvención contribuyen a generar una sociedad más competitiva -no en el sentido de ganar más dinero, sino de generar más conocimiento- que nos conduce a un mundo mejor(1).
Por el lado personal, también con evidencia científica (2), la investigación -o simplemente mirando a nuestro alrededor- ha demostrado que las personas en permanente inquietud de mejora y aprendizaje alcanzan mayores índices de felicidad en la vida, que al fin y al cabo es de lo que se trata, ¿no?, !!de ser felices!!.
NOTA: si no te apetece leer entero todo este artículo al menos no te pierdas la breve historia del final. ¡Es muy buena!.
En 1994 dejé la casa de mis padres para estudiar Teleco en Gandía (Valencia). Antes de terminar la carrera encontré trabajo “indefinido” en Madrid -donde también fui arrastrado por una chica, África, suele ocurrir 🙂 -. Estuve trabajando en UNI2/Wanadoo/Orange durante ocho años. En esta época, mientras trabajaba, y ya habiendo terminado Teleco, siguiendo mis inquietudes, comencé a estudiar Ciencias Empresariales en la Complutense; durante tres años, el sistema era levantarme a las siete menos cuarto, ir a la oficina, por la tarde a clase, llegar a mi casa a las once de la noche y así; fines de semana estudiar, vacaciones estudiar…
Era un trabajo muy bueno donde ganaba mucha pasta (mucha más pasta que he ganado seguramente en todos los años siguientes), pero me hacía sentir alienado; no soportaba ver todas las mañanas la imagen de las unidades de producción -nosotros- caminando hacia el parque empresarial de La Finca; no veía personas grises, que lo éramos, sino vacas en el corral siendo ordeñadas, o gallinas hacinadas en los ponederos. Eso es lo que veía cada mañana. Individuos programados para satisfacer las necesidades de Matrix.
Y lo dejé. Y me reinventé. Creé junto con otros dos socios la empresa que ahora he vendido y nos pusimos a emprender. El mundo de la pequeña empresa está en el polo opuesto al de la gran multinacional. Es más divertido.
En este intervalo, ayudé al Ayuntamiento de mi pueblo a ganar un concurso de Ciudad Digital (1,3M€ de inversión) y estuve poco más de un año como director. Por ciertas circunstancias y siguiendo de nuevo con la reinvención constante, durante esta misma época estudié en Madrid el máster de Dirección Comercial y Marketing de una de las escuelas de negocios “big four” del mundo, la IE Business School.
Estos fueron con diferencia los meses más duros de mi vida. Demasiada tensión, demasiada presión, demasiados muros que derrumbar. Pero mereció la pena, sobre todo por la pasión y la juventud del equipo de personas que coordinamos todo aquel cotarro. Demostramos a las catervas de consultores encorbatados que frente a sus obsesivas P&L, había otra forma de hacer las cosas: conocimiento, energía y pasión.
Me consta que todos los miembros del equipo alcanzábamos estados de flujo casi diarios, y eso te engancha tanto como la cocaína -no es una metáfora, es científico, se estimulan zonas del cerebro similares (3)-.
El proyecto de Ciudad Digital terminó y volví a reincoporarme operativamente a la empresa de Madrid, con energías renovadas.
Al principio estuvo bien; nuevos proyectos, nuevas destrezas que adquirir, nuevos contactos,…. Obtuvimos la autorización como operador de telecomunicaciones en varios subgrupos e incluso lanzamos la versión descafeinada de un nuevo producto -descafeinada, porque no tuve el visto bueno de la dirección para desarrollar la parte que realmente lo diferenciaba respecto a la competencia-. Fue divertido mientras me limité a realizar mis tareas y a observar sin criticas las acciones directivas de mis socios. Pero claro, ¡ver cómo se daban tantas pataditas a los manuales de management me corroía el corazón!.
Podría hacer una larga lista de mejores prácticas en la gestión, ¡pero ese será otro artículo!… En resumen, podríamos dejarlo en que teníamos un sencillo problema: los valores y los principios.
Los valores son el mapa que cada uno tenemos para interpretar el territorio. Los principios son el propio territorio, las reglas universales, el origen.
El primer abogado con el que hablé me dijo: – Angel, esto es como la pareja y los divorcios. Cuando ya no hay química, lo mejor es divorciarse porque lo otro es una mala vida-. Y así lo hemos hecho. Y el pasado viernes vendí mis acciones a Eugenio y Miguel.
Es importante extraer el lado positivo de las circunstancias y de ésta, ¡me llevo mucho positivo!; he aprendido multitud de cosas que no las podría haber aprendido ni en la mejor escuela de negocios del mundo.
Ahora llegan nuevos retos. Comencé el doctorado en Economía y Empresa, probablemente vaya a vivir unos meses fuera de España,…; me encataría encontrar alguna forma de aportar lo máximo de mi a la sociedad en aquellas áreas donde ahora estoy centrado: management y marketing (ya tengo algún proyecto arrancado, claro 🙂 ) y probablemente me inminscuya en el mundo de la formación y la consultoría (si crees que te puedo ayudar, avísame 😉 )
Para finalizar, me gustaría dejaros con esta genial historia. No es una leyenda, sino algo que está ocurriendo ahora. Es sobre una tribu india de la Columbia Británica, en la región de Shushwap (4). Aquí va:
“Resulta que Shushwap era una región muy rica y afortunada: rica en salmón y caza, rica en alimentos del subsuelo, rica en agua; una tierra generosa. Un día, hace siglos, los mayores de la tribu que habita esta región dijeron que, en cierta época, el mundo llegaría a ser demasiado predecible y el desafío desaparecería de sus vidas. Sin el desafío, la vida no tendría significado. Así, decidieron que la aldea debía trasladarse de lugar -dentro de Shushwap- cada 25 o 30 años.
La población se trasladaría de lugar y encontraría nuevos desafios que los haría más felices. Habría nuevos arroyos que conocer, nuevos rastros de caza que aprender, nuevas áreas donde abundarían las raíces comestibles. Todos se sentirían rejuvenecer y más sanos. La vida recobraría su significado y valdría la pena seguir viviendo. Y así lo hacen desde entonces”.
Piensa ahora, antes de que sea demasiado tarde, si necesitas trasladar tu poblado 😉 .
Un beso y nos tomamos una manzanilla o cerve cuando quieras,
Angel.
(1) “La sociedad poscapitalista”, Peter Druker; “Calidad, productividad y competitividad”, W. Edwards Deming.
(2) “Flow”, Mihaly Csikszentmihalyi
(3) “Y el cerebro creó al hombre”, Antonio Damasio
(4) Richard Kool, etnógrafo británico.
SIMPLEMENTE GENIAL.
Muchas gracias Mara!. Cuento mi historia, pero en realidad lo que trato es de ayudar a los que estén pasando por una situación similar a la mia, para que no tengan miedo!!.
Un abrazo y mil gracias por tu comentario 🙂
Ayer publiqué en mi muro de facebook una reflexión, sencilla y simple, vomitada por la necesidad, mía y de muchos a los que conozco, con el mismo objetivo que tu. Fue un impulso, y es que se despiertan en mi sentimientos similares a los tuyos, miedo al cambio, pero se que es necesario ese cambio.
Has leido a C. G. Jung, y la Sincronicidad?……. Pues eso!
Juanfran, no sé si será la edad, el estrato social o lo que sea, pero por desgracia desde hace un par de años, es un hecho que estoy identificando como tendencia…
No hay que tener miedo al cambio ni a la reinvención. Si no mírame a mi 🙂
Me gustaría que lo pudiésemos hablar delante de una manzanilla (a ver si quedamos por privado y nos vemos!!). Abrazos Juanfran y gracias por tu comentario. Aporta mucho.
PDTA: tomo nota del autor/libro para ponerlo en la lista para leer!