Pedí un préstamo para estudiar un master y algunos lo llaman suerte
14 septiembre 2019
Twitter es ese sitio donde dices «buenos días» y tienes a 20 que te dan las gracias, 50 que lo leen y no dicen nada y 10 que te increpan e insultan por desear buenos días: porque no tienes derecho a ello, porque eres un superficial, porque atentas contra los derechos de los gusanos de seda o vete tú a saber por qué… ?
En esas estábamos el otro día, comentando un titular del diario Cinco Días que decía: «Un master o un doctorado eleva el salario de un graduado hasta en un 32%», cuando se me ocurrió responder en el hilo diciendo algo así como que «correlación no implica causalidad». Básicamente me refería a que si los profesionales que han hecho un master o un doctorado ganan un 32% más, la causa no tiene por qué ser haber cursado esos estudios, sino que puede ser cualquier otra que también mantenga correlación (personalidades, entorno socioeconómicos, variables culturales…) —es realmente difícil construir modelos que aíslen totalmente la causa de un efecto.
A todo esto, un colega me respondió: «O los de ciencia como tu, que igual tuvo la suerte de entrar en el mundo laboral antes de 2012 y no ha pasado las penurias a las que el resto esta sometido gracias a un par de leyes patrioticas que entraron en vigor ?»
Esta respuesta de Dario (por lo que conozco de él, es un gran investigador que trabaja fuera de España), me tocó un poco la fibra. Primero: por achacar al factor suerte lo que alguien consiga o deje de conseguir durante su vida; segundo: por achacarlo también a las «leyes patrióticas».
En el hilo también saltaban otros que decían que: solo los ricos pueden permitirse la educación, o que los niños de papá son los únicos que van a poder estudiar… —interesante punto de vista.
Una de las ventajas de ser una persona multidisciplinar (a ratos soy ingeniero de telecomunicación, otros investigador de ciencias del comportamiento, economista, agricultor, empresario, estudiante, youtuber, escritor, programador, panadero…) es que estás obligado a tener la mente muy abierta, algo que tampoco es complicado al beber de tantos afluentes; otra de las ventajas es que tratas con personas de un rango sociocultural muy amplio, lo que te permite conocer diferentes realidades sociales (y eso enriquece).
Entre todos los entornos donde me muevo, hay uno que me llama especialmente la atención: el de aquellos que consideran que por el hecho de haber nacido en España tienen una mochila llena de derechos incuestionables que papá Estado debe facilitarles —en Psicología este perfil de personalidad suele correlacionar con las llamadas culturas colectivistas, integradas por personas que con mucha facilidad se ven a sí mismas como miembros de grupos y aceptan que haya un poder superior que ordene sus vidas, frente a las personalidades más individualistas: las que se consideran dueñas de su vida y su destino.
Lo cierto es que la frasecita de Dario me ha tenido entretenido mientras corría hoy y pensaba: «Claro, yo he tenido mucha suerte en la vida, por eso tengo trabajo, porque me lo he encontrado todo hecho».
Por esto me gustaría reflexionar en voz alta un poco sobre la suerte que he tenido en la vida, en la que me lo he encontrado casi todo regalado. Empecemos con mis regalos:
Desde pequeño «tuve la suerte» de poder ayudar a mi padre de vez en cuando en el campo y saber lo que era cavar cornejales o irme yo solo a regar cualquier día (mientras él estaba de viaje en su trabajo) o labrar con el tractor o con la mula mecánica, o tirando de las mangueras mientras mi padre y mi tío sulfataban los árboles con la pistola, o estar los fines de semana o por las tardes cogiendo las ramas de la poda, haciéndolas haces, cargándolas en la máquina y llevándolas a casa para tener leña para encender la lumbre el resto del año. Fue una suerte poder hacer esto.
Crecí, y con 16 años, mientras otros chicos pasaban parte de su verano de ocio y en la piscina, unos cuantos amigos más y yo aprovechábamos para trabajar al jornal cogiendo albaricoques; nos levantábamos a las cinco de la mañana todos los días porque durante algunas semanas teníamos que ir en autobús a las fincas donde trabajábamos (Mula, Caravaca), aunque otras «teníamos la suerte» de trabajar en nuestro mismo pueblo y podíamos levantarnos a las cinco y media. Fue una gran suerte poder saber lo que es trabajar muy duro desde bien pequeño y conseguir con mi propio esfuerzo, entre otras cosas, pagar la primera bicicleta de montaña que tuve —y que aún hoy conservo.
Con 18 años me fui a estudiar a Valencia. Durante aquel tiempo mis padres me ayudaron económicamente un poco, aunque «como tuve suerte» conseguí algunos años la beca del Estado. Durante alguno de esos años, en los veranos, «como tuve mucha suerte», trabajé en una fábrica de conservas (pongo aquí un detalle de la consulta de mi vida laboral, que va por 19 años y cuatro meses, que gracias a la firma digital acabo de hacer en tiempo real a la Seguridad Social ?).
En esta fábrica de conservas «tuve la suerte» de que muchas veces se rompía la máquina de poner las tapas a los botes, y yo, como era el más joven (y el nuevo), solía ser el elegido habitualmente para pasar los botes de 5 kilos de tomate, hirviendo, de la llenadora a la cerradora (con dos pares de guantes de plástico puestos, claro). Quemaba tanto aquel invento que entre bote y bote tenía un caldero al lado con agua fría donde poder meter las manos para bajarles un poco la temperatura, ¡qué gran suerte que tenía! Además, si te caía algo de líquido a los brazos, como iba de manga corta, tenía la suerte de poder gritar, total, con el ruido de las máquinas pasaba totalmente desapercibido.
En la fase final de mi carrera (teleco), vi que el boom de las telco parecía que se estaba deshinchando, así que decidí intentar incorporarme al mundo laboral antes de terminar, no fuese a llegar tarde. Me dio por buscar trabajo en todas partes, y tuve la suerte de ser contratado por una multinacional en Madrid. Con 23 años me fui para Madrid, yo solito, con una mano delante y otra detrás, con el dinero justo para poder pagar un mes de alquiler y la esperanza de que mi primer pago de nómina llegase pronto para poder mantenerme. Tuve mucha suerte teniendo el valor de dejarlo todo atrás y aventurarme en aquella gran ciudad.
Durante mis dos primeros años trabajé en un departamento 365x24x7. Hacía noches, fines de semana… y tuve la suerte de ser el responsable de supervisar la red nacional de France Telecom durante la nochevieja del 1999 al 2000 y pasar todos los protocolos para controlar que todo se mantenía en pie durante el «efecto 2000». Trabajar en nochevieja con esa gran responsabilidad, ¡qué suerte!
Mientras trabajaba a turnos, estudiaba para sacarme las dos últimas asignaturas que me quedaban de la carrera. También el trabajo fin de carrera. Tuve la suerte de conseguir aprobarlo todo y así obtener mi primer título.
Para no quedarme atascado, como tenía la suerte de que me quedaban unas horas libres al día y los fines de semana estaba a 400 kilómetros de mi familia, decidí estudiar en la Complu Ciencias Empresariales. Desde 2004 al 2007 estuve levantándome a las 6 de la mañana y llegando a mi casa alrededor de las once de la noche. Trabajaba en Pozuelo, estudiaba en Islas Filipinas (parada de metro de Madrid) y vivía en García Noblejas. Durante los fines de semana y vacaciones tuve la suerte de poder estudiar, también la suerte de no poder viajar a ningún sitio porque todo era trabajar y estudiar —por supuesto que durante este tiempo no tenía becas y yo lo pagaba todo, lógicamente.
Entre el 2009 y el 2010, ya con mi primera empresa creada (porque tuve la suerte de renegar del dinero seguro de una multinacional y emprender mi propio negocio), decidí estudiar un master de gestión en una de las mejores escuelas de negocios del mundo (entre el top 5), en la IE Business School. Entre la matrícula del master, la residencia en Shanghai, los viajes todas las semanas de Murcia a Madrid, de Madrid a Murcia y demás cosas, tuve que desembolsar unos 30.000€ (TREINTA MIL EUROS). Lógicamente no los tenía, por lo que saqué un préstamo. ¡Sí, tuve la suerte de poder sacar un préstamo para pagar mis estudios! Y aún lo sigo pagando. Aquí el detalle de cómo está ahora mismo:
Entre todo esto, tuve la suerte de hipotecarme para comprar un piso en Madrid con la que por entonces era mi pareja. Rompimos (¡gran noticia!) y me quedé con su parte de la casa y de la hipoteca. Aquí sí que tuve suerte, porque afortunadamente mis padres pudieron prestarme 800.000 pesetas (4.800€) que me faltaban para poder pagarle a ella su parte. La semana de la firma de la escritura mi cuenta bancaria se quedó tiesa, con 30 euros y la esperanza de que la nómina de ese mes viniese pronto. Recuerdo que en aquella época planificamos un colega y yo una escapada a la montaña y como no tenía ni botas de montaña ni dinero, tuve la suerte de que mi colega me vendió unas botas suyas que ya no usaba y se las compré de segunda mano. ¡Qué suerte tuve por poder comprar ropa y calzado de segunda mano!
Los años pasaron, fundé con otros colegas alguna empresa más, alguna que otra aventura laboral adicional y decidí estudiar un doctorado. Tuve la suerte de no recibir ninguna beca (pagarme yo todos los gastos), además de la suerte necesaria para poder dedicar 4 años de mi vida exclusivamente a los estudios de doctorado (sin ingresar nada) agotando prácticamente todos los ahorros que tenía. ¡Qué gran suerte que tuve! Donde sí tuve realmente suerte es dando con un director de tesis que realizaba prácticas cuestionables de investigación (manipulación fraudulenta de datos), causa por la cual me negué a defender mi tesis ante el tribunal, después de tenerla prácticamente finalizada.
En fin… que como veis, en la vida he sido un niño de papá al que todo se lo han regalado y que todo se lo ha encontrado hecho —ironía, claro ?—. Por supuesto que mi caso no es el único de esfuerzo y perseverancia; afortunadamente el mundo está lleno de personas luchadoras, a las que las cosas no le fueron fáciles y que han conseguido abrirse un hueco profesional en la vida y tener un presente más o menos de plenitud.
Por supuesto que también existe el azar en la vida. Desde que nacemos somos fruto del puro azar: justo aquel espermatozoide entre millones fecundó el óvulo de nuestra mamá y mientras estábamos en el interior de ella decenas de acontecimientos aleatorios (una discusión, que estuvo en una oficina donde la gente fumaba, la enfermedad que tuvo durante el embarazo…) sucedieron y provocaron que nosotros seamos hoy lo que en gran parte somos.
Pero además de esta predisposición genética (algo que es pura «suerte», lo admito), desde el momento que somos seres autónomos podemos elegir qué camino tomar e ir modulando la programación que llevamos insertada. Somos nosotros los dueños de nuestro destino (aparte de la predisposición innata con la que contamos) y la mayoría de veces podemos elegir qué hacer; incluso cuando físicamente no podemos elegir qué hacer, sí que podemos elegir qué pensar y cómo interpretar y asumir la realidad que estamos viviendo (como proponía el doctor Viktor E. Frankl tras su experiencia de años en un campo de concentración nazi).
Afortunadamente llevo unos años estudiando Psicología para comprender los entresijos del pensamiento y el comportamiento humano y eso me permite inferir el cómo y el porqué de muchas actitudes y conductas de las personas con las que me cruzo cada día.
Es increíble que la miopía sea una enfermedad tan extendida en esta sociedad.
¡Gracias por pasarte por aquí!
Angel.
PDTA: cuando sí que tuve auténtica suerte fue cuando de niño me operaron de apendicitis con peritonitis aguda. El cirujano le dijo a mis padres que si hubiesen tardado dos horas más en llevarme al hospital hubiese muerto. Estuve 27 días ingresado. Aquello sí que fue realmente suerte ?.
2
Solo aquellos que viven en la mediocridad y se amparan en el conformismo, y no se atreven a superar sus miedos, suelen creer que el éxito o popularidad del prójimo es fruto del azar. Totalmente de acuerdo con tu exposición. Soy de los que piensan todo lo contrario, que si alguien tiene éxito, alguna vez tuvo que tomar una decisión valiente, bastante respetable seguramente.
¡Totalmente de acuerdo Vicente! No conozco a nadie que haya tenido «éxito» sin haber luchado y sufrido muchísimo —lo de achacar el éxito o la fortuna a la suerte suele ser característico de las «personas tóxicas»…
Muchas gracias de verdad por compartir tu opinión en este artículo ?????
Angel.